Veía pasar el paisaje tras la ventana
del vagón, quería escapar unas cuantas semanas para intentar juntar las piezas
de lo que había sido su vida, será complicado pero tenía que hacerlo.
Belladona, eso no era un nombre normal ni
siquiera era su verdadero nombre, era el nombre artístico de una actriz porno
cualquiera. Con tan solo 31 años ya estaba cansada del sexo y fingir sin cesar,
estaba cansada de todo el mundo que se movía tras esa industria. Se vio tantas
veces en esas películas, se vio tantas veces vejadas por los hombres, que había
perdido casi el sentido. No quería acabar como otras actrices que se operaban
todo el cuerpo y se convertían en monstruos de silicona.
Belladona era a un de
verdad de carne y hueso, aún no había pesado por un quirófano. Una joven de
piel morena, pelo corto y negro como sus ojos, unas curvas para nada
exageradas. Lo único que llamaba la atención de ella era el gran tatuaje de su
hombro de cientos de colores chillones. Suspiraba mirando por la ventana,
suspiraba al recordar las vueltas que ha dado la vida para romper con todo. Su
padre un militar que hizo que de muy pequeña conociera medio mundo sin
encontrar un hogar, las bases militares eran algo tristes para las familias.
Recordaba como su padre era muy estricto con los hombres que ella conocía,
poniendo pegas a cada uno de ellos. Al final cuando pudieron volver a vivir en
Norteamérica, comenzó a vivir.
A los 16 casi era la más puta del colegio, era
una rebelde que tras beber a escondidas era demasiado fácil, era tan sencillo
como robar unas cervezas y emborracharla para que estuviera toda la noche
gritando de placer, entre los chicos se hizo muy popular. Ella quería ver a su
padre enfadado y lo consiguió muchas veces, las veces que aquel viejo militar
la destrozo con la correa, ella pensaba en escapar o humillar más su nombre
comiendo más pollas.
Cuando cumplió los 18 conoció a un
delincuente de medio pelo llamado Henry, los dos escaparon del pequeño pueblo dejando
atrás a su padre. Era casi una vida increíblemente excitante, estuvieron
viajando por toda América visitando todos los moteles de carretera, paquetes y
paquetes de condones gastaron en su vida de vicio. Pero Henry estaba demasiado
enganchado a las drogas duras y murió de una sobredosis. Belladona vio que no
podía volver a su antigua vida y estaba desolada. Trabajo de camarera en una
cafetería en algún punto del desierto de california, la chica con la sonrisa
más bonita del punto más olvidado del desierto. Por unos dólares más acababa
acostándose con cualquier camionero, sabía cómo ganar mucho dinero y la sabia
chupar muy bien.
Una de sus compañeras de trabajo le
conto que se ganaba mucho trabajo en el bar de striptease, había perdido la
virginidad, a sus padres y también la vergüenza. Sería un paso más para ella
cambiar la vida de camarera calienta braguetas por la de bailarina. Sudo
sangre, forzó todos los músculos de su cuerpo y adquirió una flexibilidad casi
de trapecista. Sabía cómo moverse por la barra como nadie, hasta hacia horas
extras en el tugurio donde trabajaba para que los pajilleros la pudieran ver.
Sacaba las bragas llenas de billetes en cada actuación. Eso era una vidorra
impresionante para ella, después las juergas con el alcohol o con las drogas
eran diarias. Después fue fichada para un casino de las Vegas, no podría creer
que iría a la ciudad de las luces, la ciudad que nunca dormía. En uno de sus
espectáculos conoció a un productor de cine porno que se quedó fascinado por
ella, Belladona aparte de querer más dinero quería ser famosa, no tardo mucho
tiempo en acostarse con el productor. Se entregó más que nadie y sudo sin
cesar. Consiguió sacarle hasta la última gota de sudor y provocarle una hernia,
ya que nadie era capaz de domar a la trapecista del sexo.
Belladona se levantó y comenzó a buscar
entre sus maletas un álbum de fotos, tenía la manía de guardar todas las
portadas de las películas en que aparecía, se llevaba las manos a la cara cada
vez que veía una nueva portada y las fotos de la película.
-como me puedo humillar de esa
manera-murmuraba Belladona.
Una vida casi perfecta, el dinero llovía
sin cesar como los premios del mundillo pornográfico. Se codeaba con hombres
que la destrozaban y mujeres que no sabían lo que era la decencia. Pensaba al
pasar las hojas del álbum en los hombres que suspiraban por ella, de las veces
que esos hombres se habían puesto cachondos al verla follar sin cesar o
cabalgar con un rostro lleno de placer. Ella pensaba que si se hubiera casado
con un puto salido que compraba sus películas hubiera sido más feliz, más feliz
que casarse con un compañero de trabajo. Tres años casados, con una bonita casa
en la playa y tenían la suerte de trabajar muchas veces juntos. De su cama al
plato quien podría pedir más.
Pero un día encontró a su ex marido con
una compañera de trabajo, míster Boobs una furcia que tenía las tetas más
grandes que la cabeza de Belladona. Al llegar y verlos juntos miro a su
alrededor, miro si había cámaras. No se podía creer que algo tan tópico de su
oficio le estuviera pasando. Llena de odio como rencor solo deseaba desaparecer
unos días, desaparecer cuando su abogado le sacaba a su ex hasta el último
dólar.
Cogió otro álbum de fotos, ese álbum que
tenía escondido, un álbum que no quería que nadie viera. Lo abrió con ganas de
disfrutar de las fotos. Un montón de pies femeninos, un montón de fotos de pies
de sus compañeras de trabajo. Solo los pies más bonitos, los pies que más le
excitaban. Vio una foto del pie más delicioso, tenía las uñas pintadas de rojo
y eso le excitaba muchísimo. Desearía lamer cada dedo, desearía frotarlo por su
cuerpo y como esos dedos se hundirían en su sexo tocando su clítoris. Ella
estaba totalmente sola en ese vagón, aprovecho para comenzar a tocarse a meterse
su pequeña mano en los pantalones y no dejar de frotarse al ver ese delicioso
pie. Era increíble que hubiera cosas que le siguieran excitando pensando que
tenía su sexo tan reventado que era casi insensible.
El tren se paró lentamente y allí vio
las enormes playas, quería desconectar y por eso viajo a un pequeño hotel de
Miami, se pasaría los días en la piscina o tostándose en la playa. Tan lejos de
la gente como fuera posible, seria asqueroso encontrarse con algún pervertido
que pensara que ella era una ninfómana como en sus películas. El taxi le dejo a
la puerta de aquel hotel, al bajar miro a su alrededor, le gustaba lo que veía
grandes jardines y una gran piscina. El botones del hotel abrió el maletero y
cogió la maleta de Belladona, lo que más le sorprendió es que el botones era
una chica, una joven pelirroja vestida con ese tópico traje rojo, tenía unos
ojos bonitos y unas deliciosas pecas por toda la cara. Al subir por el ascensor
junto a la botones, ella sintió como la miraba sin cesar. Al llegar a su
habitación la botones abrió la habitación dejando las maletas en el comedor,
miro a Belladona:
-perdone, usted es actriz-pregunto la
botones.
Belladona sonrió y metió su mano en su
bolso y saco un par de dólares:
-he visto mejores halagos para sacar una
propina y mira que he sido camarera-dijo sonriendo Belladona.
Al quedarse por fin sola decidió que lo
mejor que le vendría seria unas horas en la piscina y tomar el sol, la última
vez que se acercó a una piscina fue para hacer una orgia y no tenía buenos
recuerdos de aquello.
Bajo las gafas de sol se veía una
glorioso sol que estaba a toda potencia, una piscina que parecía tentadora al
brillar de esa forma el agua. Tumbada en la hamaca escuchando algo de música
estaba Belladona y desearía que la cosa no se acabara nunca. No quería pensar
en lo que le esperaba a su llegada ni quería llevar la vida llena de excesos
que un purista le había marcado por ser actriz porno. En esos momentos era una
chica normal. Al entrarle algo de sed comenzó a mirar por la piscina para ver
si tenía suerte y había algún camarero, pero vio algo casi mejor. Unos bonitos
pies femeninos, no estaban cuidados en excesos ni siquiera llevaba las uñas
pintadas, pero eran cuasi deliciosos. Se quitó las gafas de sol y hay estaba la
botones, con unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes, descalza al
estar limpiando la piscina. Cuando más se movía más ganas le entraban a Belladona
de lamer esos pies, de llenarlos de aceite y frotarlo por todo su cuerpo. Se
sentía incomoda al verlo, ni siquiera las curvas de infarto de la pelirroja
parecía existir para ella, había fornicado con tantas mujeres como esa que no
le llamaba la atención, pero esos pies eran de ensueño.
La botones se quedó otra vez mirándola,
la miraba de una forma curiosa. Seguía con la idea de que había visto antes a Belladona
y no recordaba donde. Belladona vio como esos pies se acercaban a ella y eso
hizo que se pusiera nerviosa, se pararon delante de su hamaca levanto su mirada
y allí estaba ella. La botones la señalaba con el dedo intentando recordarla:
-Disculpe pero juraría que le he visto
en algún sitio, usted famosa. Creo haberla visto en algún poster de alguna
película-dijo la botones.
Belladona suspiro y se levantó de su
hamaca, cogió su toalla y su bolso. Le miro a los pies y después recorrió su
cuerpo hasta llegar a su aniñado rostro:
-mm, ya no te voy a dar más propina, no
sigas con el mismo tema. Ya que puedo hablar contigo quisiera que alguien me
arreglara el grifo de mi bañera-dijo Belladona.
Sonrió al irse a la habitación, guardaba
sus gafas pensado en el tema. Claro que había aparecido en muchos posters de
películas, mejor dicho vhs o DVD, aparecía como dios la trajo al mundo y a
veces con cientas de cosas metidas en la vagina. El que diseñaba esos posters no
era un ser con buen gusto. Se llevó las manos a la cabeza pensando en los
títulos, los grotescos títulos.
Se sentó en la cama y por su cabeza solo
estaba la imagen de esos lindos pies, saco de su maleta un pequeño maletín
lleno de utensilios de pedicura, para una fetichista como ella era importante,
tener siempre los pies perfectos. Comenzó a ponerse crema lentamente y a pintarse
de rojo cada una de las uñas, se tumbó en la cama suspirando. No se podía
quitar de la cabeza esos pies, lentamente su manos fueron acariciando sus
pechos y llegaron a la zona más íntima de su cuerpo, era lo que la calentura le
pedía.
Sintió como lo tenía muy húmedo y sentía
los labios jugando con sus dedos, cuando comenzó a frotar su sexo alguien toco
a la puerta. Comenzó a sonreir, se sentía casi como una adolescente que
descubria el placer de su cuerpo y era descubierta por sus padres. Abrió la
puerta y allí estaba la botones con una caja de herramientas y con la gran
suerte que llevaba puestas unas chancletas, se podían ver con toda la gloria
esos pies.
-mmm, me gusta servicio rápido, no hace
falta que le diga donde esta el cuarto de baño-dijo belladona con una sonreía
entre sus labios.
La botones se dirigió al cuarto de baño,
Belladona la observaba apoyada en el marco de la puerta, la chica vio que el
grifo estaba perfecto.
-Señora, el grifo está perfecto-dijo la
botones.
-por dios no me llames señora, seguro
que soy un par de años mayor que tu-sonrió Belladona.
Se acercó a ella y le toco la naricita
plagada de pecas:
-tenías razón soy famosa y me llamo Belladona,
pero habrás sido una chica muy mala si has visto alguna película mía-poso Belladona
sus manos en sus caderas-ya que soy actriz porno.
Algo egocéntrico se había comporto Belladona
al hablar así, comenzó a pensar cuando salía del cuarto de baño, la botones
estaba alucinada tras escuchar eso, jamás había conocido a una actriz porno.
Belladona se sentó al filo de la cama y miro a la joven:
-bueno, famosa lo que quiere decir
famosa solo para un montón de pajilleros-dijo mirando al suelo-me paso más
veces enseñando mi cuerpo con un tanga diminuto, casi echo con seda dental.
-me tiene que hablar como es ese
mundo-dijo ilusionada la botones.
Belladona levantó su mirada del suelo y
la miro a los ojos, miro la cama y le sonrió:
-porque no te sientas a mi lado y te
hago la pedicura, así charlamos-dijo Belladona.
La chica estirada en la cama comenzó a
pensar que le quería preguntar a su nueva a miga, mientras Belladona se ponía a
cien solo por masajear esos pies, levanto su mirada y vio sus ojillos
mirándola:
-dime, cómo te llamas? No quiero
llamarte la botones ni la chica de los encargos-dijo Belladona.
La chica sonrío, se sentía extraña ya
que esos toqueteos a sus pies le parecían al excesivos.
-Me llamo Sara y desde hace años ayudo a
mis padres en el hotel-sonrío Sara-no crees que lo que m haces es demasiado.
Belladona beso sus pies y le sonrió:
-para una joven como tu es muy
importante los pies-dijo Belladona-no querrás que dentro de algunos años te duelan-siguió
masajeando los pies-venga pregunta lo que quieras.
Sara se llevó el dedo a la boca
pensativa, por un lado le daba algo de corte y por otro se moría de ganas de
preguntar, era extraño pero esa forma de tocarles los pies le comenzaba a
gustar.
-te seré sincera y no se lo digas a mis
padres, estaba en un sepxop con unas amigas
pude ver un poster donde salías tu-señalo a su amiga- debajo había una
tele que pasaba una película, me dolía ver como esos dos hombres te trinchaban
como un pavo.
Belladona acaricio los de Sara y
lentamente se fue acercando a ellos, los iba poniendo lentamente entre sus
piernas. Sara la miraba porque sentía que su entre pierna estaba muy caliente.
-estoy tan acostumbrada a esos
bacanales, tengo el culo tan pateado que me cabria hasta un bate de
beisbol-dijo Belladona-dos tíos? Solo tengo que fingir y ya está.
Belladona levantó el pie de Sara y lo
miro lentamente, lo comenzó a lamer. Eso a su amiga le parecía tan extraño
tratándose de un masaje.
-con cuántos hombres lo has hecho-pregunto
Sara.
-perdido la cuenta, pero seguro que si
los cantara hubiera batido un record-dijo Belladona sonriente.
-Belladona con mujeres?-pregunto curiosa Sara-lo as echo
con otras mujeres?
-si con cientas, te podría decir que me
lo paso mejor con ellas que con una polla en la mano-dijo Belladona imitando
una felación.
Sara vio como Belladona se metió el dedo
gordo de su pie en la boca y en vez de asustarse prefirió cerrar los ojos. Ya
que eso comenzaba a gustarle.
Se sacó el dedo gordo de la boca y un
largo hilo de saliva se fue derramando por el pie de Sara.
-eso es déjate llevar-dijo
Belladona-tienes unos pies deliciosos, deja que juegue con ellos.
Belladona de levanto y comenzó a
desnudarse, a quitarse el pequeño biquini que llevaba. Sara que quedo mirando
el tatuaje tan excesivo de colores que llevaba en su brazo derecho.
Sara comenzó a quitarse la camiseta
enseñando sus bonitos grandes pechos,
Belladona se tumbó a su lado y la comenzó a besar mientras sus cuerpos se
frotaban en ellos y sobre todo sus pies se acariciaban entre ellos. Le beso
lentamente los pechos, pellizcando los pezones levemente, la lengua de
Belladona se fue deslizando por su ombligo hasta que comenzó a quitarle el
pequeño pantalón corto que llevaba su amante. Sara la miro y sabía que era lo
siguiente que iba a lamer, trago saliva ya que todo ese calentamiento era un
desliz al lesbianismo o algo que hubiera hecho con una amiga. Pero que le
comiera el coño eso la convertiría en una lesbiana totalmente, pensaba su
pequeña mente con prejudicios.
Belladona miro el pequeño felpudo, y en
vez de lanzarse a lamer sin cesar a penetrarlo con sus dedos o mezclar sus
jugos vaginales con su saliva prefirió hacer otra cosa. Levanto la pierna de
Sara y se metió los dedos en la boca, comenzó a frotarse con su pierna
lentamente, su vagina se fritaba con pierna cuando se deshacía al sentir los
dedos en la boca. Sara se quedó sorprendida ante su extraña experiencia
lésbica, mientras que veía esa situación y Belladona le relamía el pie y se
fritaba contra su muslo como una perra, prefirió acariciar su trasero.
Entre saliva y aceite los pies de Sara
parecían que brillaban, trago saliva y esta vez jugaría a los juegos de
Belladona de follarse los pies. Su amante abrió las piernas mostrándole una
vagina totalmente depilada, Sara trago saliva la veía desde el otro lado de la
cama y lo comenzó a acariciar lentamente, sin saber cómo tendría que hacerlo.
-méteme esos dedos sin miedo-le dijo
Belladona.
Así hizo Sara y comenzó a sentir el
calor dela vagina de Belladona:
-siento, siento como te derrites, siento
tus labios entre mis dedos. Juraría que casi me cabe todo el pie.
Belladona estaba ya muy lejos. Estaba
muy caliente apunto de correrse, esos dedos eran deliciosos. Grito con todas
sus fuerzas al sentir un olvidado orgasmo.
Belladona sonrió, su rostro mostraba satisfacción
y placer. Sara se quedó pensativa, esos juegos de pies no le habían puesto
nada, Sara iba hablar cuando Belladona se acercó a ella, le puso el dedo en la
boca para que callara:
-a hora déjame, por algo me llaman la
lengua mágica, túmbate y disfruta-dijo Belladona.
Sara se tumbó y vio cómo su amante
comenzó a lamer sin, sus ojos se pusieron bizcos de golpe y sentía algo que no había
sentido nunca, un bacanal de placer. Eso era mejor que la vez que perdió la virginidad.
Parecía que de la habitación salían
fuegos artificiales, para Sara era la gloria. Para Belladona fue una
experiencia ya que no recordaba un orgasmo.
Tres meses después Belladona estaba en
su casa de la playa, una casa que no tocaría mas su ex marido, respiraba
tranquila. Llevaba un albornoz y debajo de él estaba totalmente desnuda. Se encendió
un cigarro y recordó cómo fue aquel día. Tras de ella se escuchó una voz, era
la de Sara que iba totalmente desnuda, Belladona la miro y sonrió. Que suerte
tuvo la chica de escapar de casa y no tener que aguantar el calvario que ella
soporto.
-entonces Belladona, estoy bien
así?-pregunto Sara.
Belladona se acercó a ella y le paso el
dedo por sus pechos y le miro a los ojos:
-estas en la primera película de
Belladona, tu y yo ante la cámara. Una pregunta cómo te sentirías si te
metieran dos consoladores por el ano??
-qué??-dijo Sara asustada.